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miércoles, 29 de mayo de 2019

Despedida.





Esta va a ser –de momento– la última entrada de En un lugar de Aragón...
Evidentemente, no he podido abarcar todo el patrimonio arquitectónico de la región, pero espero que estas muestras hayan sido lo suficientemente elocuentes para comprender la vasta historia aragonesa y la evolución en la gestión de sus edificios más emblemáticos.
Por mi parte, he disfrutado investigando y redactando cada entrada, he descubierto grandes ejemplos de buena gestión y he aprendido de los errores cometidos en el pasado; creo que finalizo el curso con un buen bagaje para enfrentarme a los retos futuros como historiadora y gestora de patrimonio.
Quisiera que esta última entrada sirviera para clausurar el blog agradeciendo cada una de sus casi mil setecientas visitas y cada una de las que lleguen con el tiempo, esperando que hayan sido y sean provechosas y estimulantes. Gracias, de todo corazón, a los lectores de dentro y fuera de Aragón. No dejen de disfrutar aprendiendo y de aprender disfrutando. Thank you. Grazie. Danke. Merci. 




lunes, 20 de mayo de 2019

La fábrica de fundición Averly (Zaragoza). Patrimonio perdido.

Averly fue el taller más grande de Aragón dedicado a la fundición industrial y artística de hierro y bronce, fundiendo muchos de los elementos de mobiliario urbano y artístico más representativos de Zaragoza y otras ciudades aragonesas.



Contexto histórico y evolución:
En 1853 el francés Antonio Averly y Françon constituyó –junto a Goybet, Montgolfier y los banqueros zaragozanos Villarroya y Castellano– la «Sociedad Maquinista Aragonesa» (S.M.A.), instalando en el zaragozano barrio de Torrero un moderno taller con el fin de dedicarse a la fundición y construcción de maquinaria.
Esta empresa prosperó en los años siguientes gracias al impulso financiero y bancario auspiciado por el Bienio Progresista y las inversiones exteriores. En 1861 fue reestructurada sobre una nueva base de capital. A partir de entonces, se trasladó la sede y se abrieron nuevos talleres propios. En 1880 se produjo el traslado definitivo a unas nuevas instalaciones situadas en Campo Sepulcro, en una ubicación estratégica junto a la estación de ferrocarril.
En 1886, en pleno surgimiento de las grandes empresas siderúrgicas vascas, Antonio Averly fundó en Bilbao la fábrica «Averly y Cía. Fundiciones y Construcción Mecánica del Nervión», próxima a los altos hornos y junto al ferrocarril de Portugalete. Este nuevo taller llegó a tener un mayor número de trabajadores que el original aragonés.
En 1900 la sede de Averly en Zaragoza ocupaba 10.000 m2, de los cuales aproximadamente 4.000 estaban edificados, ocupados por viviendas, oficinas, un taller de mecanización y montaje, calderería, carpintería y modelos, almacén, fundición y demás dependencias.
En 1903 Antonio Averly dejó la dirección de todos sus negocios en manos de sus hijos, por lo que la empresa pasó a llamarse «Hijos de Antonio Averly» hasta 1912, cuando uno de ellos, Fernando Averly, se convirtió en el único propietario y director y renombró a la empresa como «Hijo de Antonio Averly». En 1918 se convirtió en sociedad anónima, denominada «Averly S.A.», y pasó a ser dirigida por Faustino Bea.

Importancia histórica y patrimonial:
A comienzos del siglo XX, Averly tenía una capacidad de fundición de 4.000 kg. por hora y daba empleo a 140 operarios, fabricando todo tipo de maquinaria industrial, sanitaria y agrícola.
Facilitó la introducción y canalización de tecnología desde Europa, importando nuevos métodos, técnicas de trabajo y maquinaria. Contó siempre con el trabajo y la asistencia de ingenieros y técnicos extranjeros, fundamentalmente franceses, adquiriendo un marcado carácter de escuela de formación de trabajadores. Además, participó en la Exposición Hispano-Francesa celebrada en 1908 en Zaragoza y consiguió a lo largo de su trayectoria más de sesenta medallas en exposiciones nacionales y extranjeras.
En los talleres de Averly se fundieron destacadas piezas zaragozanas, como las farolas de las calles Alfonso –cuyos moldes conservaba– y Coso, la fuente de la Samaritana, el Monumento al Justicia de Aragón, etc.


Calle Alfonso (Zaragoza), cuyas farolas fundió Averly




Fuente de la plaza de la Catedral (Huesca) y detalle de la misma con la firma del autor

Además, no sólo constituía un importante ejemplo de patrimonio industrial, sino también documental, gracias a la amplitud de su biblioteca en la que se incluía, entre otros muchos volúmenes, una significativa colección de revistas técnicas y de su archivo.

Pérdida y actualidad:
En 2013, la constructora Brial compró la fábrica para construir bloques de pisos en el solar en el que se erigía, respetando únicamente lo que había sido declarado Bien de Interés Cultural, es decir, la vivienda y la entrada principal, que ocupaban apenas el 30% de la propiedad. Ante este hecho, y frente a la amenaza de demolición y pérdida del patrimonio que se cernía sobre Averly, se creó una plataforma ciudadana para salvar sus naves. No obstante, en 2014 las Cortes de Aragón desestimaron dos proposiciones que pedían catalogar la totalidad del conjunto.
Poco después, la Gerencia de Urbanismo del Ayuntamiento de Zaragoza suspendió el derribo por un procedimiento administrativo y continuó la movilización de la ciudadanía para salvar Averly, aunque de manera insuficiente e infructuosa, ya que finalmente, en julio de 2016, Brial comenzó la demolición de las naves.


Actualmente, del antiguo esplendor de Averly sólo subsisten la vivienda familiar y la entrada principal, aunque en un evidente y vergonzoso estado de ruina.

Para conocer más patrimonio perdido:
http://recordandoarquitecturasperdidas.blogspot.com

Bibliografía:
Biel Ibáñez, Mª Pilar y Gerardo J. Cueto Alonso (Coord.), 100 elementos del patrimonio industrial en España [exposición], TICCIH España, Gijón, 2011.
Jiménez Zorzo, Francisco Javier, Arqueología industrial en Zaragoza: la fábrica de fundición Averly, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1985.
Sancho Sora, Agustín, La fundición Averly (1880-1900): nuevos aportes a la industrialización en Zaragoza, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1991.
Torres Liarte, Concepción, Averly: 1863-1900, Universidad de Zaragoza, Zaragoza, 1986.


Casos similares:
Teatro Bellas Artes
Un destino similar al de Averly parece aguardar al edificio del Teatro Bellas Artes de San Sebastián (Guipúzcoa), una joya de principios del siglo XIX abandonada por la empresa propietaria e injustamente declarada en ruina con el fin de derribar el inmueble para construir un hotel en el solar que ocupa. 
La pérdida del patrimonio continúa siendo un problema grave y real que nos afecta a todos. Por eso, aunque este caso concreto no se ubique en Aragón, su salvaguarda no deja de ser responsabilidad común.
Para firmar la petición que solicita la protección del Bellas Artes:  http://chng.it/FKgnS4zdzS

lunes, 15 de abril de 2019

Catedral (Huesca). Patrimonio evangelizador.


Contexto histórico:
Es posible que en el emplazamiento que ocupa la catedral se erigiera un templo romano de la antigua Osca, ya que se han encontrado en sucesivas excavaciones dos cabezas de mármol y parte de un brazo colosal de bronce de esculturas datadas en esta época. No hay evidencias acerca del periodo paleocristiano y, en cuanto a una posible iglesia visigoda, se desconoce su ubicación, pero se conserva la lista de los obispos oscenses desde el siglo VI. Posteriormente, durante la dominación musulmana, el lugar fue ocupado por la mezquita aljama de Wasqa.
Tras la conquista de la ciudad en 1096 por las tropas de Pedro I, esta fue cristianizada de nuevo. Sancho Ramírez –padre y antecesor de Pedro I– había prometido la mezquita mayor al abad de Montearagón, pero en realidad correspondía al obispo de Huesca, trasladado y refugiado en Jaca, quien acabó reclamándola, de manera que fue habilitada como catedral en 1098, bajo advocación de Jesús de Nazaret.
Durante los primeros años del siglo XII, el cabildo fue nutrido con clérigos procedentes de los reinos del norte de la península y de la actual Francia, además de con oscenses mozárabes, hasta convertirse en un floreciente centro religioso y cultural.

Construcción y evolución:
Claustro románico
Durante los siglos XII y XIII se construyó el claustro románico, del que se conservan tres arcadas, musealizadas, y dos portadas, trasladadas; una de ellas da acceso actualmente a la catedral desde el claustro gótico y la otra se encuentra en la logia construida por el obispo Juan de Aragón y Navarra.
También se erigieron y ampliaron distintas dependencias de la curia episcopal, adosadas a la catedral, de las que se conservan restos que están siendo excavados actualmente.

Para saber más sobre las excavaciones en el entorno de la catedral:
A finales del siglo XIII, en el contexto de la expansión del reino y de unas ciertas paz y bonanza, durante el episcopado de Jaime Sarroca (1273-1289), sobrino y canciller de Jaime I, se consideró indecoroso seguir celebrando culto cristiano en la antigua mezquita, por lo que se decidió erigir una nueva catedral, cuya construcción se prolongó desde este momento hasta inicios del siglo XVI, abarcando, por tanto, todo el periodo gótico. Para financiarla, se gravaron las rentas de los canónigos y del obispo y se vendieron derechos de enterramiento en el nuevo templo.
La planta se decidió desde el principio: de cruz latina, con tres naves de cuatro tramos, capillas laterales de igual profundidad con bóvedas de crucería, y crucero muy amplio que no rebasara la anchura total del edificio.
En este momento se construyó el perímetro, las naves laterales con sus bóvedas, capillas entre los contrafuertes y la portada principal. Además, a finales del siglo XIII se construyó la denominada «sacristía vieja» y, entre 1306 y 1308, el archivo de la catedral, que conserva una importante colección de documentación medieval –desde el siglo XI– de más de seis mil pergaminos y códices –catalogados por Antonio Durán, canónigo archivero entre 1947 y 1994– y documentación de los siglos XVII, XVIII y XIX, catalogada por el actual deán, Juan Carlos Barón. Además, la biblioteca histórica del cabildo cuenta con más de dos mil volúmenes.
A mediados del siglo XIV la epidemia de peste y la guerra contra Castilla –conocida como «Guerra de los dos Pedros» (1356-1369)– provocaron una importante decadencia económica que obligó a detener las obras.

Cubierta de la catedral
La reanudación de estas, ya en el siglo XV, vino favorecida por el episcopado de Juan de Aragón y Navarra (1484-1526) y el hecho milagroso del Santo Cristo en 1497. Durante esta segunda etapa constructiva se abovedó el templo, se erigió la llamada «sacristía nueva», se encargó el retablo mayor a Damián Forment, se reformó y amplió el palacio episcopal y se inició la construcción de un claustro gótico que, pese a la financiación de Benedicto XIII –conocido como Papa Luna–, no llegó a finalizarse.

Alfarje del Tanto Monta
A finales del siglo XV se construyó también, bajo el patrocinio del obispo Antonio de Espés, el conocido como «Tinel Mayor» o, más recientemente, «Salón del Tanto Monta», sala de audiencias y salón noble del palacio episcopal. Ha pasado por diversas restauraciones, produciéndose la última de ellas entre 2008 y 2016.
Para saber más sobre el Salón: https://www.youtube.com/watch?v=rzEu35IkE7o

Sillería del coro en su lugar original
(Imagen: Comercial Escudo de Oro)
Del siglo XVI datan las mejores muestras de arte mueble de la catedral, el retablo mayor y el mobiliario de la sacristía. Además, entre 1577 y 1591 se construyó  la sillería del coro, que fue desmontada en la década de 1960 debido a la restauración a la que fue sometida la catedral en esta época. En 1972 veintiocho sitiales fueron situados a ambos lados del presbiterio y los demás quedaron almacenados hasta 2001, cuando se ubicaron en el coro alto de la antigua parroquieta, actual Museo Diocesano.
Durante los siglos XVII y XVIII se modificaron y renovaron algunas capillas, siguiendo la influencia de la Contrarreforma y del Barroco, como la capilla de San Orencio y Santa Paciencia –antes dedicada a San Felipe y Santiago–, sufragada por los hermanos Lastanosa.
En el siglo XIX se procedió a la renovación del pavimento, a la colocación de una gran reja neogótica en el atrio y a la construcción de la parroquieta, ubicada en el centro del claustro románico, entonces en ruinas.
Tras la Guerra Civil (1936-1939) se realizaron diversas obras para consolidar las estructuras dañadas durante el conflicto.
Finalmente, entre 1968 y 1972, se llevó a cabo una gran restauración en la catedral, en la que se desmontó el antiguo coro, se eliminaron el trascoro, la vía sacra y los púlpitos, se situó la mesa altar en el crucero, se abrió la puerta pequeña de la fachada, que había sido cegada anteriormente, y se eliminó la reja neogótica.

Museo Diocesano:
En 1950 la antesala y sala capitular de la catedral se habilitaron como museo, aunque este fue cerrado entre 1968 y 1972 debido a la restauración de la catedral. En 1975 se acondicionó la parroquieta para albergar el Museo Diocesano, sufriendo desde entonces sucesivas remodelaciones y ampliaciones hasta llegar a su situación actual.

Para saber más sobre el Museo Diocesano de Huesca:
Para seguir al Museo Diocesano en redes sociales:

Bibliografía:
Arco, Ricardo del, La Catedral de Huesca, Huesca, 1924.
Durán Guidol, Antonio, Guía de la Catedral de Huesca, Obispado de Huesca, Huesca, 1991.
, Historia de la catedral de Huesca, Instituto de Estudios Altoaragoneses, Huesca, 1991.
Nasarre López, José María y Susana Villacampa Sanvicente, La catedral y el museo diocesano de Huesca, Catedral de Huesca. Cofradía del Santo Cristo de los Milagros, Huesca, 2017.
Vv. Aa., Huesca, historia de una ciudad, Ayuntamiento de Huesca, Huesca, 1990.

jueves, 28 de marzo de 2019

Torre Blanca (Albarracín, Teruel). Atalaya cultural.


Contexto histórico:
Durante la crisis que sufrió en sus últimos años el Califato omeya de Córdoba se produjeron entre sus dominios varios intentos independentistas, algunos de ellos fructíferos. En este contexto, en 1010, la familia bereber de los Banu Razin se proclamó soberana del territorio que controlaba, es decir, la población de Santa María de Oriente y sus alrededores, naciendo así la primera taifa andalusí, a la que dieron su propio nombre, conociéndose desde entonces el lugar como Albarracín.

En el siglo XII, aproximadamente un siglo y medio después de proclamar su independencia, Albarracín se convirtió de forma pacífica en señorío cristiano, regido a partir de entonces por la familia Azagra, que mantuvo en su poder el territorio hasta 1284, cuando fue conquistado por el monarca Pedro III de Aragón.

Construcción de la Torre Blanca:
La Torre Blanca o Torre de Doña Blanca, integrada en el sistema defensivo de Albarracín, casi en el extremo sur del espolón, es una de las construcciones más singulares y antiguas de esta ciudad.
Las primeras noticias sobre esta torre datan del siglo XIII, aunque en una campaña arqueológica realizada recientemente se hallaron restos de cerámica islámica, por lo que se cree que debió de ser construida sobre una construcción andalusí. Además, del momento en el que se convirtió en señorío de los Azagra data una segunda construcción, realizada en materiales pobres como la madera.
La Torre Blanca presenta planta cuadrangular, de unos once metros de lado y una altura de dieciséis metros, elevados sobre una plataforma rocosa irregular. Sus muros son de mampostería de gran espesor, con aristas y guarniciones de sillería, y en ellos se abren numerosas saeteras. La puerta de acceso se encuentra a una altura de ocho metros, accediéndose a ella mediante una escalera. La torre se organiza en tres plantas regulares y un sótano en el que puede verse la roca sobre la que se asienta. En el interior se aprecian los arranques de las bóvedas que cubrían sus techumbres y restos de molduras góticas. Su remate debió de ser almenado en origen, pero lo ha perdido, de manera que actualmente termina en una terraza que permite contemplar el paisaje de Albarracín.

Evolución:
La torre sufrió una cierta dejadez durante la segunda mitad del siglo XVI, hasta ser definitivamente abandonada.
En el año 1600, Felipe III la cedió a la Orden dominica de Predicadores, que poseía también la vecina iglesia de Santa María. Se inició entonces una fase de acondicionamiento y, desde 1728, la torre fue utilizada por la comunidad como biblioteca del convento, para lo que se eliminó el último de sus niveles y se modificó su estructura original. Tras retirarse los dominicos del lugar, en el siglo XIX, la torre cayó en desuso, sufriendo diversos derrumbes.

Actualidad:
Publicación sobre una exposición celebrada en la Torre Blanca
en las redes sociales de la Fundación
La Torre Blanca fue restaurada por la Fundación Santa María de Albarracín, recuperando la construcción del siglo XIII, y desde entonces es empleada como espacio de exposición pictórica integrado en la infraestructura cultural gestionada por la propia Fundación. Acoge anualmente un variado programa de exposiciones temporales y tiene como fondos propios la colección colectiva de pintura «Albarracín pintado, ante el nuevo milenio», con la que fue inaugurada en 2001.

Para saber más sobre la actividad de la Fundación Santa María de Albarracín:


Bibliografía:
Franco, Jesús G. y Antonio Hernández, «Torre Blanca de Albarracín (Teruel): de atalaya andalusí a biblioteca de los dominicos», Bolskan, nº 21 (2004), pp. 73-81.
Fundación Santa María de Albarracín, Programa cultural 2018, Fundación Santa María de Albarracín, Albarracín, 2018.
Guitart Aparicio, Cristóbal, Los castillos turolenses, Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 1987.
Pascual, Vicente, Turris Eburnea – Memorias de la Torre Blanca, Fundación Santa María de Albarracín, Albarracín, 2004.

lunes, 18 de marzo de 2019

Palacio arzobispal (Zaragoza). El poder de la Iglesia a través del tiempo.


Contexto histórico:
Tras conquistar la ciudad a los musulmanes en 1118, el rey Alfonso I el Batallador nombró señor de Zaragoza a su amigo y compañero en batalla Gastón de Bearne. Posteriormente, ambos regalaron al obispo Pedro de Librana una zona de la muralla para que estableciera allí su casa, junto a la antigua mezquita aljama, donde se ubicó la nueva catedral.


Así, a partir de 1119 comenzó la construcción de una torre románica en la que residieron los primeros obispos de la nueva capital del reino y que fue el germen del Palacio Arzobispal. El barrio donde se ubicó, llamado del Salvador, fue el más notable de la ciudad, estableciéndose en él los nobles que habían liderado la conquista.
En 1318 el papa Juan XXII nombró a Pedro López de Luna primer arzobispo de Zaragoza y elevó la diócesis a Metropolitana, colocando bajo su control a los obispos de Huesca, Jaca, Tarazona, Pamplona, Calahorra y Albarracín, quienes manifestaron su fidelidad en el Salón principal de la Casa del Arzobispo.

Evolución del Palacio Arzobispal:
En 1350 comenzó la remodelación y ampliación del palacio románico construido en torno a la torre de la muralla. Esta obra fue dirigida por el maestro zaragozano Abdelaziz de Terrer, aunque el resultado de su intervención fue destruido por un incendio en 1372.
Techumbre del palacio mudéjar
Comenzó a levantarse entonces el palacio mudéjar, construcción dirigida por el maestro Mahoma Calahorri e impulsada por el arzobispo de Zaragoza y canciller de Pedro IV, Lope Fernández de Luna, y por el infante heredero Juan, el futuro Juan I de Aragón, quien residía en las Casas del Arzobispo. El monarca apoyó al arzobispo y a su hijo en la reconstrucción de este palacio y en la mejora de sus estancias, enriqueciéndolas con azulejos, ventanas de yeserías y artesonados. Así, la torre primitiva quedó totalmente integrada en el nuevo palacio mudéjar.
La ampliación y enriquecimiento de este edificio, auspiciados por la corte, continuaron hasta el episcopado de Dalmau de Mur, a mediados del siglo XV. En 1445, coincidiendo con unas obras en el Palacio de la Diputación del Reino de Aragón –pegado a las Casas del Arzobispo–, se definió la Plaza de la Diputación como acceso al espacio episcopal y se consolidó la ampliación del palacio mudéjar hacia el norte, gracias al mecenazgo de este arzobispo que, además, contrató para esta reforma a los mejores escultores y pintores de la Corona de Aragón.


Decoración de estilo gótico flamígero de la antigua capilla

En 1481, por motivos de seguridad, el arzobispo Alonso de Aragón –hijo ilegítimo de Fernando el Católico y canciller de Aragón–, a instancias de Isabel de Castilla, encargó la construcción de una galería para comunicar el Palacio de la Diputación con las Casas del Arzobispo, donde residía la reina.
Arco del Arzobispo en la década de 1920 (AHPZ).
Fue derruido en 1969.

En 1520 el arzobispo Juan II –hijo de su antecesor, Alonso de Aragón– comenzó la remodelación del palacio gótico del arzobispo Dalmau de Mur. Esta obra fue culminada por su hermano, el también arzobispo Hernando de Aragón.
Además, Hernando impulsó la edificación de un nuevo palacio renacentista ampliando y unificando las construcciones de sus antecesores, acercándose hasta la catedral y comunicándola con el llamado «Arco del Arzobispo» o «Arco de la Seo». Al mismo tiempo, construyó una nueva capilla en la planta baja del edificio y una antesala y Salón del Trono en la superior, y dotó al palacio de una nueva fachada al Ebro, pintada por los artistas que acompañaban a los reyes en sus estancias en este palacio.

En 1584 se celebró en Zaragoza el matrimonio de la infanta Catalina Micaela de Austria –hija de Felipe II– con el duque de Saboya. En este momento, el monarca ordenó reformar el Arco de la Seo para poder acceder a la catedral directamente desde el Palacio Arzobispal, y el arzobispo Andrés Santos adecentó el jardín del palacio y construyó una vistosa sala con una galería de arcos profusamente decorada que abría a la Plaza de la Seo.
A comienzos del siglo XVII se había construido una nueva capilla en el palacio, situada en la parte sur, cerca de la Plaza de la Diputación. La zona norte, donde se situaban las caballerizas, la cocina y la despensa, se estableció como espacio de servidumbre y protocolo, consolidándose la sur como residencia arzobispal.
En el siglo XVIII la ciudad sufrió una grave crisis económica, por lo que, en 1781, el arzobispo Bernardino Velarde decidió impulsar nuevas obras en el palacio para promover el empleo y combatir, así, la pobreza que vivían jornaleros y artesanos. Aunque su muerte al año siguiente le impidió desarrollar tales proyectos, estos fueron completados por su sucesor, Agustín de Lezo y Palomeque, y encargados a los maestros de obras de la ciudad y de las catedrales. En este momento se construyó la escalera principal del palacio y se convirtieron las dos plazas abiertas en dos patios interiores incorporándolas al espacio eclesiástico y cerrándolas con una gran fachada de estilo neoclásico que unificó la vista del palacio desde la Plaza de la Seo.
 En 1809 los ejércitos napoleónicos bombardearon el Palacio Arzobispal produciendo importantes destrozos en sus tejados, en la escalera principal y en su fachada norte, por lo que el edificio hubo de ser restaurado entre 1811 y 1812. Además, durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), el  aledaño Palacio de la Diputación fue reducido a escombros.
En 1824 el arzobispo Bernardo Francés inició la construcción del Seminario Conciliar en el solar que antes de los Sitios ocupaba el palacio de la Diputación del Reino. Esta construcción permitió regularizar y ampliar el patio interior, ordenando las estancias que abrían a ese espacio.
En 1845, por razones de estrategia militar a las puertas de la II Guerra Carlista, tropas militares y de la Guardia Civil se establecieron en el Palacio. Esta ocupación deterioró el edificio, por lo que, en 1847, Isabel II ordenó evacuarlo y restaurarlo. En 1881 el arzobispo Francisco de Paula Benavides y Navarrete consideró necesario completar esta restauración e iniciar un nuevo proceso de embellecimiento.
En 1907 el arzobispo Juan de Soldevilla y Romero decidió redecorar el Salón del Trono creando una estructura colorista de carácter neo-renacentista, con un zócalo de columnillas adosadas y paños decorativos, sobre los que se sitúan los retratos de los arzobispos zaragozanos.
 
Salón del Trono en la actualidad. Mantiene la decoración del siglo XX.

Palacio real:
Desde su construcción, el Palacio Arzobispal fue habitado por monarcas aragoneses y numerosos miembros de la familia real durante sus estancias en Zaragoza, por ocupar un lugar privilegiado dentro de la ciudad. Allí nacieron infantes y murieron princesas por complicaciones durante el parto, como Catalina, esposa de Enrique de Trastámara, en 1439.
También organizaron importantes recepciones, como en 1381, cuando la reina Sibila de Fortiá –cuarta esposa de Pedro IV– celebró su coronación, con participación de músicos y cómicos italianos. Además, en él se hospedaron reyes como Carlos III de Navarra (1406) y papas como Benedicto XIII (1410) y Adriano VI (1522).
En el Palacio Arzobispal residieron igualmente los Reyes Católicos durante importantes espacios de tiempo y, durante su infancia, Felipe II junto a su madre, la emperatriz Isabel de Portugal. De hecho, fue sede habitual de la corte de los Austrias, dinastía que llevó a cabo grandes celebraciones en este lugar, como la comida de novecientos comensales con la que se obsequió al futuro monarca Felipe II en 1547.
Posteriormente, en el Palacio Arzobispal se alojaron varios miembros de la dinastía Borbón, así como el papa Juan Pablo II durante sus visitas a España en 1982 y 1984.

Museo Diocesano Alma Mater:
En 1992 se acometió la consolidación de la torreta de don Hernando y de la escalera imperial y la restauración de la decoración de los salones del Trono, con el objetivo de ubicar en el Palacio Arzobispal la exposición “El Espejo de Nuestra Historia”.
Sala de exposición del Alma Mater Museum
En 2007 se restauró la zona norte del palacio bajo la dirección de los arquitectos Sonsoles y Javier Borobio Sanchíz.
En 2010, según el proyecto museográfico de Domingo Buesa, se ubicó el Museo Diocesano en la parte de las antiguas Casas del Arzobispo coincidente con los palacios románico, mudéjar y renacentista, bendecido por Monseñor Manuel Monteiro e inaugurado por la Infanta Cristina en 2011.


Para saber más sobre el Museo Diocesano Alma Mater de Zaragoza: http://www.almamatermuseum.com/

Fuente de la información:
Alma Mater Museum, Plaza de la Seo, 5, 50001, Zaragoza.