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jueves, 28 de marzo de 2019

Torre Blanca (Albarracín, Teruel). Atalaya cultural.


Contexto histórico:
Durante la crisis que sufrió en sus últimos años el Califato omeya de Córdoba se produjeron entre sus dominios varios intentos independentistas, algunos de ellos fructíferos. En este contexto, en 1010, la familia bereber de los Banu Razin se proclamó soberana del territorio que controlaba, es decir, la población de Santa María de Oriente y sus alrededores, naciendo así la primera taifa andalusí, a la que dieron su propio nombre, conociéndose desde entonces el lugar como Albarracín.

En el siglo XII, aproximadamente un siglo y medio después de proclamar su independencia, Albarracín se convirtió de forma pacífica en señorío cristiano, regido a partir de entonces por la familia Azagra, que mantuvo en su poder el territorio hasta 1284, cuando fue conquistado por el monarca Pedro III de Aragón.

Construcción de la Torre Blanca:
La Torre Blanca o Torre de Doña Blanca, integrada en el sistema defensivo de Albarracín, casi en el extremo sur del espolón, es una de las construcciones más singulares y antiguas de esta ciudad.
Las primeras noticias sobre esta torre datan del siglo XIII, aunque en una campaña arqueológica realizada recientemente se hallaron restos de cerámica islámica, por lo que se cree que debió de ser construida sobre una construcción andalusí. Además, del momento en el que se convirtió en señorío de los Azagra data una segunda construcción, realizada en materiales pobres como la madera.
La Torre Blanca presenta planta cuadrangular, de unos once metros de lado y una altura de dieciséis metros, elevados sobre una plataforma rocosa irregular. Sus muros son de mampostería de gran espesor, con aristas y guarniciones de sillería, y en ellos se abren numerosas saeteras. La puerta de acceso se encuentra a una altura de ocho metros, accediéndose a ella mediante una escalera. La torre se organiza en tres plantas regulares y un sótano en el que puede verse la roca sobre la que se asienta. En el interior se aprecian los arranques de las bóvedas que cubrían sus techumbres y restos de molduras góticas. Su remate debió de ser almenado en origen, pero lo ha perdido, de manera que actualmente termina en una terraza que permite contemplar el paisaje de Albarracín.

Evolución:
La torre sufrió una cierta dejadez durante la segunda mitad del siglo XVI, hasta ser definitivamente abandonada.
En el año 1600, Felipe III la cedió a la Orden dominica de Predicadores, que poseía también la vecina iglesia de Santa María. Se inició entonces una fase de acondicionamiento y, desde 1728, la torre fue utilizada por la comunidad como biblioteca del convento, para lo que se eliminó el último de sus niveles y se modificó su estructura original. Tras retirarse los dominicos del lugar, en el siglo XIX, la torre cayó en desuso, sufriendo diversos derrumbes.

Actualidad:
Publicación sobre una exposición celebrada en la Torre Blanca
en las redes sociales de la Fundación
La Torre Blanca fue restaurada por la Fundación Santa María de Albarracín, recuperando la construcción del siglo XIII, y desde entonces es empleada como espacio de exposición pictórica integrado en la infraestructura cultural gestionada por la propia Fundación. Acoge anualmente un variado programa de exposiciones temporales y tiene como fondos propios la colección colectiva de pintura «Albarracín pintado, ante el nuevo milenio», con la que fue inaugurada en 2001.

Para saber más sobre la actividad de la Fundación Santa María de Albarracín:


Bibliografía:
Franco, Jesús G. y Antonio Hernández, «Torre Blanca de Albarracín (Teruel): de atalaya andalusí a biblioteca de los dominicos», Bolskan, nº 21 (2004), pp. 73-81.
Fundación Santa María de Albarracín, Programa cultural 2018, Fundación Santa María de Albarracín, Albarracín, 2018.
Guitart Aparicio, Cristóbal, Los castillos turolenses, Instituto de Estudios Turolenses, Teruel, 1987.
Pascual, Vicente, Turris Eburnea – Memorias de la Torre Blanca, Fundación Santa María de Albarracín, Albarracín, 2004.

lunes, 18 de marzo de 2019

Palacio arzobispal (Zaragoza). El poder de la Iglesia a través del tiempo.


Contexto histórico:
Tras conquistar la ciudad a los musulmanes en 1118, el rey Alfonso I el Batallador nombró señor de Zaragoza a su amigo y compañero en batalla Gastón de Bearne. Posteriormente, ambos regalaron al obispo Pedro de Librana una zona de la muralla para que estableciera allí su casa, junto a la antigua mezquita aljama, donde se ubicó la nueva catedral.


Así, a partir de 1119 comenzó la construcción de una torre románica en la que residieron los primeros obispos de la nueva capital del reino y que fue el germen del Palacio Arzobispal. El barrio donde se ubicó, llamado del Salvador, fue el más notable de la ciudad, estableciéndose en él los nobles que habían liderado la conquista.
En 1318 el papa Juan XXII nombró a Pedro López de Luna primer arzobispo de Zaragoza y elevó la diócesis a Metropolitana, colocando bajo su control a los obispos de Huesca, Jaca, Tarazona, Pamplona, Calahorra y Albarracín, quienes manifestaron su fidelidad en el Salón principal de la Casa del Arzobispo.

Evolución del Palacio Arzobispal:
En 1350 comenzó la remodelación y ampliación del palacio románico construido en torno a la torre de la muralla. Esta obra fue dirigida por el maestro zaragozano Abdelaziz de Terrer, aunque el resultado de su intervención fue destruido por un incendio en 1372.
Techumbre del palacio mudéjar
Comenzó a levantarse entonces el palacio mudéjar, construcción dirigida por el maestro Mahoma Calahorri e impulsada por el arzobispo de Zaragoza y canciller de Pedro IV, Lope Fernández de Luna, y por el infante heredero Juan, el futuro Juan I de Aragón, quien residía en las Casas del Arzobispo. El monarca apoyó al arzobispo y a su hijo en la reconstrucción de este palacio y en la mejora de sus estancias, enriqueciéndolas con azulejos, ventanas de yeserías y artesonados. Así, la torre primitiva quedó totalmente integrada en el nuevo palacio mudéjar.
La ampliación y enriquecimiento de este edificio, auspiciados por la corte, continuaron hasta el episcopado de Dalmau de Mur, a mediados del siglo XV. En 1445, coincidiendo con unas obras en el Palacio de la Diputación del Reino de Aragón –pegado a las Casas del Arzobispo–, se definió la Plaza de la Diputación como acceso al espacio episcopal y se consolidó la ampliación del palacio mudéjar hacia el norte, gracias al mecenazgo de este arzobispo que, además, contrató para esta reforma a los mejores escultores y pintores de la Corona de Aragón.


Decoración de estilo gótico flamígero de la antigua capilla

En 1481, por motivos de seguridad, el arzobispo Alonso de Aragón –hijo ilegítimo de Fernando el Católico y canciller de Aragón–, a instancias de Isabel de Castilla, encargó la construcción de una galería para comunicar el Palacio de la Diputación con las Casas del Arzobispo, donde residía la reina.
Arco del Arzobispo en la década de 1920 (AHPZ).
Fue derruido en 1969.

En 1520 el arzobispo Juan II –hijo de su antecesor, Alonso de Aragón– comenzó la remodelación del palacio gótico del arzobispo Dalmau de Mur. Esta obra fue culminada por su hermano, el también arzobispo Hernando de Aragón.
Además, Hernando impulsó la edificación de un nuevo palacio renacentista ampliando y unificando las construcciones de sus antecesores, acercándose hasta la catedral y comunicándola con el llamado «Arco del Arzobispo» o «Arco de la Seo». Al mismo tiempo, construyó una nueva capilla en la planta baja del edificio y una antesala y Salón del Trono en la superior, y dotó al palacio de una nueva fachada al Ebro, pintada por los artistas que acompañaban a los reyes en sus estancias en este palacio.

En 1584 se celebró en Zaragoza el matrimonio de la infanta Catalina Micaela de Austria –hija de Felipe II– con el duque de Saboya. En este momento, el monarca ordenó reformar el Arco de la Seo para poder acceder a la catedral directamente desde el Palacio Arzobispal, y el arzobispo Andrés Santos adecentó el jardín del palacio y construyó una vistosa sala con una galería de arcos profusamente decorada que abría a la Plaza de la Seo.
A comienzos del siglo XVII se había construido una nueva capilla en el palacio, situada en la parte sur, cerca de la Plaza de la Diputación. La zona norte, donde se situaban las caballerizas, la cocina y la despensa, se estableció como espacio de servidumbre y protocolo, consolidándose la sur como residencia arzobispal.
En el siglo XVIII la ciudad sufrió una grave crisis económica, por lo que, en 1781, el arzobispo Bernardino Velarde decidió impulsar nuevas obras en el palacio para promover el empleo y combatir, así, la pobreza que vivían jornaleros y artesanos. Aunque su muerte al año siguiente le impidió desarrollar tales proyectos, estos fueron completados por su sucesor, Agustín de Lezo y Palomeque, y encargados a los maestros de obras de la ciudad y de las catedrales. En este momento se construyó la escalera principal del palacio y se convirtieron las dos plazas abiertas en dos patios interiores incorporándolas al espacio eclesiástico y cerrándolas con una gran fachada de estilo neoclásico que unificó la vista del palacio desde la Plaza de la Seo.
 En 1809 los ejércitos napoleónicos bombardearon el Palacio Arzobispal produciendo importantes destrozos en sus tejados, en la escalera principal y en su fachada norte, por lo que el edificio hubo de ser restaurado entre 1811 y 1812. Además, durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), el  aledaño Palacio de la Diputación fue reducido a escombros.
En 1824 el arzobispo Bernardo Francés inició la construcción del Seminario Conciliar en el solar que antes de los Sitios ocupaba el palacio de la Diputación del Reino. Esta construcción permitió regularizar y ampliar el patio interior, ordenando las estancias que abrían a ese espacio.
En 1845, por razones de estrategia militar a las puertas de la II Guerra Carlista, tropas militares y de la Guardia Civil se establecieron en el Palacio. Esta ocupación deterioró el edificio, por lo que, en 1847, Isabel II ordenó evacuarlo y restaurarlo. En 1881 el arzobispo Francisco de Paula Benavides y Navarrete consideró necesario completar esta restauración e iniciar un nuevo proceso de embellecimiento.
En 1907 el arzobispo Juan de Soldevilla y Romero decidió redecorar el Salón del Trono creando una estructura colorista de carácter neo-renacentista, con un zócalo de columnillas adosadas y paños decorativos, sobre los que se sitúan los retratos de los arzobispos zaragozanos.
 
Salón del Trono en la actualidad. Mantiene la decoración del siglo XX.

Palacio real:
Desde su construcción, el Palacio Arzobispal fue habitado por monarcas aragoneses y numerosos miembros de la familia real durante sus estancias en Zaragoza, por ocupar un lugar privilegiado dentro de la ciudad. Allí nacieron infantes y murieron princesas por complicaciones durante el parto, como Catalina, esposa de Enrique de Trastámara, en 1439.
También organizaron importantes recepciones, como en 1381, cuando la reina Sibila de Fortiá –cuarta esposa de Pedro IV– celebró su coronación, con participación de músicos y cómicos italianos. Además, en él se hospedaron reyes como Carlos III de Navarra (1406) y papas como Benedicto XIII (1410) y Adriano VI (1522).
En el Palacio Arzobispal residieron igualmente los Reyes Católicos durante importantes espacios de tiempo y, durante su infancia, Felipe II junto a su madre, la emperatriz Isabel de Portugal. De hecho, fue sede habitual de la corte de los Austrias, dinastía que llevó a cabo grandes celebraciones en este lugar, como la comida de novecientos comensales con la que se obsequió al futuro monarca Felipe II en 1547.
Posteriormente, en el Palacio Arzobispal se alojaron varios miembros de la dinastía Borbón, así como el papa Juan Pablo II durante sus visitas a España en 1982 y 1984.

Museo Diocesano Alma Mater:
En 1992 se acometió la consolidación de la torreta de don Hernando y de la escalera imperial y la restauración de la decoración de los salones del Trono, con el objetivo de ubicar en el Palacio Arzobispal la exposición “El Espejo de Nuestra Historia”.
Sala de exposición del Alma Mater Museum
En 2007 se restauró la zona norte del palacio bajo la dirección de los arquitectos Sonsoles y Javier Borobio Sanchíz.
En 2010, según el proyecto museográfico de Domingo Buesa, se ubicó el Museo Diocesano en la parte de las antiguas Casas del Arzobispo coincidente con los palacios románico, mudéjar y renacentista, bendecido por Monseñor Manuel Monteiro e inaugurado por la Infanta Cristina en 2011.


Para saber más sobre el Museo Diocesano Alma Mater de Zaragoza: http://www.almamatermuseum.com/

Fuente de la información:
Alma Mater Museum, Plaza de la Seo, 5, 50001, Zaragoza.

viernes, 8 de marzo de 2019

Palacio de los marqueses de Ayerbe (Ayerbe, Huesca).


Contexto histórico:
El palacio fue construido a mediados del siglo XVI por Hugo de Urriés y Ventimiglia, señor de la baronía de Ayerbe, y su esposa Greda de Lanuza, como palacio fortificado exponente del señorío. Se conserva un documento fechado en 1544 en el que se declara que «todo, desde los cimientos, fue fundado y comprado con dineros propios y de su mujer doña Greda, salvo la partida de los corrales, que era de la casa antigua».
Aunque se construyó en época renacentista, el estilo que prevalece es el gótico, y constituye uno de los principales edificios palaciegos del reino de Aragón.

Construcción:
Su obra es de mampostería con sillares de buena factura, y sigue el esquema tradicional, de planta cuadrangular dispuesta en torno a un patio interior.
La fachada está dividida en altura en tres cuerpos separados por una imposta y enmarcada por dos torreones entre los que se sitúa la puerta principal, bajo un gran arco de medio punto adovelado y con el escudo de armas de los Urriés y Lanuza, sus dueños originales, sobre su clave. Los vanos, adintelados, aparecen distribuidos de forma asimétrica. En la planta baja se abren ventanas rectangulares, mientras que la principal cuenta con ventanales góticos trigeminados bajo una moldura con tracerías dispuesta a manera de alfiz. En la última planta se encaja entre los torreones una galería de arcos. Gracias a un grabado del siglo XIX se sabe que había en aquella época un alero volado sobre esta galería, al modo de los típicos palacios aragoneses, y que las torres estaban desmochadas y cubiertas con un simple tejado. No obstante, el palacio está actualmente rematado con almenas de sillería, según una reconstrucción posterior que probablemente no responde al original del siglo XVI.
Restos de las crujías oriental (izq) y meridional (dcha),
con la antigua puerta de acceso al palacio
(Google Maps)
El patio era rectangular y se organizaba en altura en dos plantas, pero sólo se conservan restos de dos de sus crujías, la oriental y la meridional. El ala occidental se encuentra actualmente muy remodelada y la septentrional ha desaparecido, de manera que lo que era el espacio interior del palacio se ha convertido en una calle pública que comunica con la plaza donde se encuentra a través de la antigua puerta principal. El cuerpo bajo de las crujías del patio era arquitrabado, con columnas de piedra anillada y capitel con arquillos conopiales. No obstante, la mayoría se ha perdido, conservándose tan sólo en la crujía oriental, empotradas en la nueva pared, dos de estas columnas. En el cuerpo superior había una serie de arquerías semicirculares apoyadas en columnas de piedra con capitel toscano que descansaban sobre un pretil con medallones en el frente. El lado oriental conserva todavía parte del alero original, compuesto por una doble fila superpuesta de canetes. Permanece también el cuerpo alto de las crujías oriental y meridional, aunque tabicado y mal conservado.
En el interior de lo que queda del palacio se conserva el artesonado de algunas de las estancias originales, destacando el de la caja de las escaleras, en cuyo interior se abre una logia con arcos.

Evolución de sus funciones:
Como se ha visto, tanto el exterior como el interior de este palacio han sido completamente transformados a lo largo de los siglos, perdiendo su imagen original, debido a los diversos usos que se le ha dado al edificio.
Parece que los franceses se fortificaron en él durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), construyendo un foso defensivo a su alrededor con sillares expoliados de la Colegiata de San Pedro, y lo destruyeron casi en su totalidad. Este foso fue tapado en una reestructuración posterior del palacio.
A principios del siglo XX el edificio era propiedad de la familia Coiduras, que albergó en él su comercio hasta la década de 1970, cuando comenzó una progresiva decadencia que provocó su cierre definitivo a finales de la siguiente década.
Funcionó también como entidad bancaria hasta que, a comienzos del siglo XXI, las herederas del palacio lo vendieron al matrimonio formado por José Mª Romeo y Carmen Ruiz, directora de una escuela madrileña de música. Tras casi cuatro años de obras de acondicionamiento, en julio de 2004 el palacio reabrió sus puertas como escuela privada de música.
En 1931 fue declarado Monumento Histórico-Artístico y en 2003 se ratificó esta declaración, pasando a ser considerado Bien de Interés Cultural.  

Para saber más sobre el palacio y su entorno:

Bibliografía:
Cabañas Boyano, Aurelio, Aragón: una tierra de castillos, Prensa diaria aragonesa, Zaragoza, 1999.
Naval Mas, Antonio y Joaquín Naval Mas, Inventario artístico de Huesca y su provincia. Tomo I, Dirección General de Bellas Artes, Archivos y Bibliotecas. Centro Nacional de Información Artística y Arqueológica, Madrid, 1980.