Contexto histórico:
El palacio fue construido a mediados del siglo XVI
por Hugo de Urriés y Ventimiglia, señor de la baronía de Ayerbe, y su esposa Greda
de Lanuza, como palacio fortificado exponente del señorío. Se conserva un
documento fechado en 1544 en el que se declara que «todo, desde los cimientos,
fue fundado y comprado con dineros propios y de su mujer doña Greda, salvo la
partida de los corrales, que era de la casa antigua».
Aunque se construyó en época renacentista, el estilo
que prevalece es el gótico, y constituye uno de los principales edificios
palaciegos del reino de Aragón.
Construcción:
Su obra es de mampostería con sillares de buena
factura, y sigue el esquema tradicional, de planta cuadrangular dispuesta en
torno a un patio interior.
La fachada está dividida en altura en tres cuerpos
separados por una imposta y enmarcada por dos torreones entre los que se sitúa
la puerta principal, bajo un gran arco de medio punto adovelado y con el escudo
de armas de los Urriés y Lanuza, sus dueños originales, sobre su clave. Los
vanos, adintelados, aparecen distribuidos de forma asimétrica. En la planta
baja se abren ventanas rectangulares, mientras que la principal cuenta con
ventanales góticos trigeminados bajo una moldura con tracerías dispuesta a
manera de alfiz. En la última planta se encaja entre los torreones una galería
de arcos. Gracias a un grabado del siglo XIX se sabe que había en aquella época
un alero volado sobre esta galería, al modo de los típicos palacios aragoneses,
y que las torres estaban desmochadas y cubiertas con un simple tejado. No
obstante, el palacio está actualmente rematado con almenas de sillería, según una
reconstrucción posterior que probablemente no responde al original del siglo
XVI.
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Restos de las crujías oriental (izq) y meridional (dcha), con la antigua puerta de acceso al palacio (Google Maps) |
El patio era rectangular y se organizaba en altura
en dos plantas, pero sólo se conservan restos de dos de sus crujías, la
oriental y la meridional. El ala occidental se encuentra actualmente muy
remodelada y la septentrional ha desaparecido, de manera que lo que era el espacio
interior del palacio se ha convertido en una calle pública que comunica con la
plaza donde se encuentra a través de la antigua puerta principal. El cuerpo
bajo de las crujías del patio era arquitrabado, con columnas de piedra anillada
y capitel con arquillos conopiales. No obstante, la mayoría se ha perdido, conservándose
tan sólo en la crujía oriental, empotradas en la nueva pared, dos de estas columnas.
En el cuerpo superior había una serie de arquerías semicirculares apoyadas en
columnas de piedra con capitel toscano que descansaban sobre un pretil con
medallones en el frente. El lado oriental conserva todavía parte del alero
original, compuesto por una doble fila superpuesta de canetes. Permanece también
el cuerpo alto de las crujías oriental y meridional, aunque tabicado y mal
conservado.
En el interior de lo que queda del palacio se conserva
el artesonado de algunas de las estancias originales, destacando el de la caja
de las escaleras, en cuyo interior se abre una logia con arcos.
Evolución de sus
funciones:
Como se ha visto, tanto el exterior como el interior
de este palacio han sido completamente transformados a lo largo de los siglos, perdiendo
su imagen original, debido a los diversos usos que se le ha dado al edificio.
Parece que los franceses se fortificaron en él
durante la Guerra de la Independencia (1808-1814), construyendo un foso defensivo a su
alrededor con sillares expoliados de la Colegiata de San Pedro, y lo
destruyeron casi en su totalidad. Este foso fue tapado en una reestructuración posterior del palacio.
A principios del siglo XX el edificio era propiedad
de la familia Coiduras, que albergó en él su comercio hasta la década de 1970,
cuando comenzó una progresiva decadencia que provocó su cierre definitivo a
finales de la siguiente década.
Funcionó también como entidad bancaria hasta que, a comienzos
del siglo XXI, las herederas del palacio lo vendieron al matrimonio formado por
José Mª Romeo y Carmen Ruiz, directora de una escuela madrileña de música. Tras
casi cuatro años de obras de acondicionamiento, en julio de 2004 el palacio
reabrió sus puertas como escuela privada de música.
En 1931 fue declarado Monumento Histórico-Artístico y
en 2003 se ratificó esta declaración, pasando a ser considerado Bien de Interés
Cultural.
Para saber más sobre
el palacio y su entorno:
Bibliografía:
Cabañas
Boyano, Aurelio, Aragón:
una tierra de castillos, Prensa diaria aragonesa, Zaragoza, 1999.
Naval
Mas, Antonio y Joaquín Naval
Mas, Inventario artístico de Huesca
y su provincia. Tomo I, Dirección General de Bellas Artes, Archivos y
Bibliotecas. Centro Nacional de Información Artística y Arqueológica, Madrid, 1980.
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